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Rideni se mueve nervioso, mientras mira por la ventana del Puesto de Mando: un enorme ventanal, más bien, aparentemente fabricado con vidrio transparente, aunque en realidad es una aleación de adamantio y polvo de diamante, convenientemente pulido para simular el aspecto del vidrio, pero prácticamente indestructible. Incluso casi totalmente inmune a los rayos láser de un arma biónica rebelde. 

 

- Sólo tienes que dar la orden, Leonard, y mis naves estarán preparadas para proteger el Bastión Norte -le dice al comandante, con la familiaridad que otorgan años de lucha en la Resistencia. 

 

Leonard lo mira desde su asiento, mientras junta las yemas de sus dedos, un gesto característico suyo. 

 

- Lorenzo -dice al capitán-. Trae los planos de los Sectores que aún no han caído y los del Bastión Norte y manda un escuadrón de reconocimiento al Sector Tres, por si aún pudiéramos recuperar algún tanque de energía o civiles -el capitán asiente levemente con la cabeza, mientras recoge sus guantes y comienza a teclear órdenes desde su móvil busca-. Sandro, muévete: no creo que dispongamos ya ni de setenta y dos horas para arrancar esas máquinas tuyas y ver si realmente nos sirven.

 

El coordinador del Laboratorio Central frunce el ceño al escuchar el comentario del comandante. 

 

- Estará todo listo, comandante. Hemos trabajado duro en ellas y le aseguro que cumplirán su cometido -le dice, ajustándose el cuello de su bata blanca.

 

- Eso espero, Sandro, eso espero: nuestras últimas fuentes de energía dependen de ello y, con ellas, el éxito de la Operación Ganímedes. 

 

 

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