La misión de las Compañías.
Las Compañías van llegando poco a poco al Valle del Silencio; el camino para muchas de ellas ha sido largo, pues las Tierras Interiores son más extensas de lo que los mapas convencionales indican, y solamente aquellos que han sido criados en la Corte de la Casa de Winterflame, al amparo de los Magos Blancos, saben leerlos con precisión. Los mensajes de respuesta de cada uno de los grupos han sido convenientemente archivados en la Biblioteca del Oráculo.
Hombres, mujeres, algunos miembros de los Altos Hijos de Erwyn, varios Fuertes de Thaudum y representantes de la Casa Winterflame -incluso Novicios Blancos y Hermanas Blancas- van entrando, poco a poco, en la Sala de Armas del Oráculo. Sobrecogidos por el brillo de los metales oro y plata de los escudos, la luz rampante de la hoguera central que siempre arde en la sala y el silencio, nadie habla y esperan a que la Dama Blanca pronuncie las palabras del Oráculo... Educados en la convicción de que la palabra del Oráculo debe ser cumplida, se han desplazado sin saber bien a qué, solamente obedeciendo a una voz dormida desde la infancia...
- Hermanos. Hermanas -dice, mirando uno a uno a los ojos de los allí reunidos-. Ha llegado el momento: la Luz debe vencer a lo Oscuro. Es deseo del Oráculo el regreso del amado Rey Dra'ka, la victoria definitiva sobre los siervos del Brujo Oscuro cuyas señales han llegado hasta aquí.
Los miembros de la Casa Winterflame retienen apenas un gemido: así que es cierto lo que se rumorea desde todos los rincones de las Tierras Interiores...
- Es por esto que el Oráculo os envía a recorrer las Tierras Interiores. Cada Compañía será trasladada a una de las Siete Zonas. Solamente cuando lleguéis a vuestro lugar un mensajero os indicará vuestra misión. Una vez cumplida deberéis regresar al Valle del Silencio y esperar.
Una vez dicho esto, un viento suave, similar al canto de miles de pájaros del Bosque Verde, se levanta en medio de la sala y se arremolina a los pies de la capa anaranjada de la Dama Blanca; las llamas del fuego central se levantan y ciegan en una gran explosión a todos los reunidos en la sala: unas volutas de humo señalan apenas el lugar en el que antes estaba la mujer.
Las Compañías se dirigen a su líder. Sin darse cuenta, inconscientemente, se han reunido debajo de los escudos de armas de cada grupo -aunque muchos de ellos no saben aún que, quizá desciendan de los primeros Héroes, y es esa sangre la que les remueve por dentro a actuar...