La llegada de Dra'ka
Más allá del Valle del Silencio, la Torre del Acantilado Norte, en Alto Tenebroso, brilla tapando la luz del sol, enviando destellos que pueden ser vistos desde cualquier punto de las Tierras Interiores. Más lejos, al sur, las Torres Blancas de Eliwyn, la ciudad más bella, la capital del Rey Dragón, reflejan el fulgor y repiten la señal incluso más allá de los límites conocidos... Los Altos Hijos de Erwyn salen a las calles clamando el nombre de la princesa Brielgil, la Dama de la Espada Llameante, mientras que el cielo del norte se oscurece poco a poco: los dragones están saliendo de sus guaridas y cuevas en lo más profundo de las montañas de Alto Tenebroso, acudiendo a una llamada que solamente ellos pueden oir: la del rey Dra'ka llamándoles para la lucha.
En el interior de la sala del Oráculo, casi un centenar de personas -hombres, Altos Hijos, Fuertes de Thaudum, representantes de la Casa Winterflame, Novicios y Hermanas- se estremecen ante el rugido que sale de la profundidad abismal de los cimientos del edificio, horadado en las laderas del valle. Las paredes se estremecen y el fuego -las llamas que de la Sala de Armas que nunca, dicen, pueden apagarse- baila y palpita. La Dama Blanca ha enmudecido y atrona, de pronto, una voz insondable y antigua.
- Hermanos, hermanas. Hijos e hijas de las Tierras Interiores. Siervos, señores, caballeros. ¡Valientes habitantes de este Reino! ¡Ha llegado la hora de encender la Luz y arrojar a las Tinieblas, definitivamente, al Brujo Oscuro y a sus siervos! Habéis sido elegidos -retumba la voz- para descifrar mi último mensaje. Y cuando este sea abierto, emergerá la fuerza de los dragones y yo estaré. junto a vosotros, en la primera línea de batalla...